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Una psicóloga advierte que se le da poca importancia a este tiempo de descanso «al que se debería también poner nota por todo lo que aporta a los escolares»
El recreo es uno de los momentos más esperado por la mayoría de los alumnos dentro de su jornada escolar porque supone un momento de descanso, desconexión, juego y de recargar fuerzas con un pequeño almuerzo. Aunque forma parte del horario de todos los colegios, desde el Observatorio de Juego Infantil han detectado que hay veces en que los niños se quedan castigados sin poder disfrutar de este tiempo de descanso. «Desde las asociaciones de padres de alumnos nos han llegado algunas quejas porque para reprender un comportamiento hay centros que dejan al niño sin posibilidad de disfrutar de todo o parte de este tiempo de asueto. Es un gran error», asegura a ABC Silvia Álava, Doctora en Psicología y miembro de este observatorio.
Juan Fernández y Zarza Asensio, de Familey Abogados, explica que el «castigo sin recreo es habitual en los centros educativos y, aunque es una práctica de sobra extendida, lo cierto es que existe mucho apoyo legal para considerar que el célebre ‘castigado sin recreo’ va en contra de los derechos de los jóvenes estudiantes. Aunque la Ley Orgánica del Derecho a la Educación recoge que los alumnos tienen la obligación de respetar y contribuir a la convivencia en el centro, la Convención Internacional de Derechos del Niño, en su artículo 31 recoge que los alumnos tienen derecho al descanso, derecho del que no pueden ser privados. Por lo que el famoso castigo sin recreo, en función de cuál sea el contenido del castigo, puede perturbar ese derecho al descanso de los niños y, por lo tanto, ser ilegal».
Matiza este letrado que «la posibilidad de que los docentes del centro educativo impongan castigos a los menores está legalmente amparado en dicho artículo 6 de la Ley Orgánica reguladora del Derecho a la Educación, por lo que el contenido del castigo encuentra sus límites en el derecho de los alumnos. Cualquier alternativa que respete los derechos de no discriminación, de no interferencia en la privacidad y de no vulneración del derecho de descanso de los alumnos, serían opciones adecuadas».
Silvia Álava destaca que partiendo de la base de que los psicólogos no recomiendan en ningún caso emplear castigos «sino consecuencias, porque el castigo no enseña, el momento del patio debe ser siempre respetado». Añade esta experta que el recreo es mucho más importante de lo que en principio puede parecer «deberían poner nota a los alumnos también en el recreo», añade. Y es que, en su opinión, favorece en gran medida el desarrollo de los niños.
En primer lugar, «permite a los escolares dejar de estar estáticos en sus pupitres y estirar las piernas y el cuerpo, correr, saltar lo que es muy positivo desde el punto de vista físico. Además, les permite el juego que es muy importante para desarrollar habilidades sociales y relacionarse con los demás, ya que aprenden a determinar a qué juegan, cómo poner reglas, el razonamiento lógico, negociar, expresarse, comunicarse, tomar decisiones, ser creativos… Al colegio se va a aprender, pero también se va socializar, lo que beneficia en gran medida la salud mental de los niños. Tampoco hay que olvidar, que este tiempo de desconexión les favorece para que, de vuelta a clase, puedan concentrarse mejor y mejorar su aprendizaje y desarrollo cognitivo».
Añade que «durante el recreo se liberan las tensiones acumuladas en el aula a través del juego físico y del juego libre y se ponen en práctica las actitudes, conocimientos y valores adquiridas en el aula. A través de ese juego libre los niños construyen una narrativa de lo que les ha ocurrido y eso les ayuda a integrar las situaciones que viven».
Por todo ello, desde el Observatorio del Juego Infantil se ha lanzado el manifiesto «¡Protejamos el recreo!» que incluye las siguientes reivindicaciones:
1. El juego es un derecho que debe ser garantizado, ¡tan importante como la salud y o la educación! Respetar el tiempo y el espacio de juego en los centros educativos es clave para garantizar el aprendizaje y un desarrollo psicosocial saludable.
2. Como adulto, ¡da un paso atrás! La labor del adulto debe ser respetuosa con el juego de niños y niñas. Esto implica que, a veces, los adultos tienen que dar un paso atrás o no intervenir directamente. En caso de que el adulto participe, debe ser consciente de que tiene que abandonar el rol directivo y tomar un papel secundario, colaborador en el juego, salvo para establecer límites en la seguridad física o psíquica de los menores.
3. Conecta con la naturaleza. Los niños necesitan estar conectados al medio natural. Ofrece oportunidades de juego en entornos donde haya árboles, plantas, tierra y arena antes que en otros espacios artificiales.
4. Invítales a experimentar todo tipo de juegos. Las pistas deportivas muestran sólo un modo de uso del espacio que no debería determinar la jornada del recreo. Es importante que se expongan a diversos tipos de juegos: simbólicos, físicos, de mesa, tradicionales. Desde el juego libre inventado por ellos mismos hasta el juego estructurado de normas.
5. Ayúdales a fomentar el juego inclusivo desde distintas formas de agruparse. Es esencial que en la niñez experimenten distintas formas de agruparse, grupo-clase, entre distintos grupos de distintas edades, en cuartetos, tríos, parejas, etc. Ningún niño/a debería quedarse solo en el patio. Jugar también significa convivir con niños y niñas de diferentes edades. Los mayores enseñan desde el ejemplo a los pequeños y los pequeños enseñan a adaptar su lenguaje y su pensamiento a los mayores.
6. Invítales a experimentar con todos los sentidos. En una época predominantemente visual y digital, ayúdales a realizar actividades que pongan en juego todos sus sentidos. El tocar, oler, escuchar, sentir y observar son capacidades que merecen la pena ser cultivadas.
7. Dale una vuelta al material de juego. Los materiales deportivos son un excelente complemento que puede enriquecer el juego. Igualmente importante son otro tipo de materiales que inviten a la expresión artística como disfraces, instrumentos o pinturas. Y, si no se tienen ciertos materiales quizás puedan ser creados y elaborados por los niños y niñas.
8. Incítales a cambiar el ritmo. Cualquier juego puede cambiar por completo si se modifica la velocidad de los juegos. Ante la aceleración predominante en la vida, sugiéreles alteraciones en el ritmo de los juegos, para que puedan apreciar otros detalles que la velocidad no siempre permite percibir.
9. Los niños y niñas tienen que ser corresponsables de la organización del recreo y de sus propias actividades. Hay que preguntarles, dejarles decidir y dejarles hacer. Así, colectivamente aprenden a tomar decisiones, respetar y a tolerar sus diferencias e identificar sus similitudes.
10. ¡No te olvides de divertirte y hacer disfrutar a los demás! El patio es un lugar para experimentar emociones de todo tipo pero ante todo tiene que ser un lugar amable para todos y todas. Invita a los niños y niñas a pensar cómo un juego puede ser más divertido no sólo para sí mismo sino para los demás. Ayuda a los niños y niñas a vivir con alegría, entusiasmo y optimismo la aventura de jugar.