Cómo TikTok arruina la magia de la Navidad a los niños
Niños e Internet es una relación de la que ya se ha escrito en numerosas ocasiones, sobre los peligros que ello comporta en la educación, confianza, protección y respeto de los menores. Sabemos sobradamente que los contenidos ideados por y para los adultos son espacios que contienen una alta cantidad de perjuicios por sus imágenes explícitas y el tratamiento poco adecuado si se observa desde una óptica infantil. Las redes sociales no son ajenas a estos asuntos y se han erigido en uno de los canales de distribución que más dañan.
Las historias y reels, principalmente de Instagram y Tiktok, se han convertido en cápsulas donde todo el que quiere expresa libremente su opinión. Y en esa libertad de expresión radica el primero de los problemas a los que se enfrentan los menores. Padres y madres de todo el mundo, que permiten que sus hijos pequeños exploren las redes sociales, se quejan ahora de que sus retoños están descubriendo secretos que quizás no deberían conocer. De este modo, muchos se han quedado, de repente, sin magia de la Navidad.
Al respecto, Imma Marín, pedagoga y presidenta de Marinva, una consultora especializada en educación y comunicación a través del juego, comenta que la visualización de contenidos es inadecuada para los niños, ya que “no tendrían que estar en TikTok, ni viendo qué hacen sus papás con los regalos, ni viendo pornografía, ni viendo nada de nada”. Y es muy taxativa con ello, ya que observa que son insuficientes los 14 años que muchas redes consideran como edad apta para su uso.
“Consideramos que con siete años no pueden salir solos a comprar el pan, pero en cambio les dejamos solos con un móvil en la mano”, lamenta Marín, denunciando así una grave incoherencia que a menudo se da por desconocimiento del peligro.
Consideramos que con siete años no pueden salir solos a comprar el pan, pero en cambio les dejamos solos con un móvil en la mano
Esta exposición a la pantalla, que pone material infinito al alcance de cualquier niño, es el causante único de que muchos menores asuman información y contenidos inapropiados para su edad, avanzando el conocimiento en varios años a lo que era habitual.
Por estas fechas, en las que muchos adultos comentan la dificultad de encontrar regalos, o que sencillamente narran cómo sus hijos perdían la inocencia navideña, este tipo de contenidos pueden visualizarse con toda clase de consecuencias infantiles. Antiguamente, compañeros de colegio –generalmente más mayores– eran quienes solían desvelar o, al menos, cuestionar la existencia de ciertos personajes mágicos. Ahora, son los propios padres los que, debido a sus publicaciones, relatan con todo lujo de detalles quién “paga la fiesta”.
Si un niño vive su infancia a tope, podríamos decir que será un mejor adolescente y si ese adolescente vive su adolescencia como tal, será un adulto más maduro
Pero los peligros no acaban aquí, con la magia de la Navidad. Los pequeños se exponen a otros riesgos “porque un cerebro infantil no acaba de madurar hasta los 25 años, con lo cual el daño que se les hace es altísimo”, explica Marín. Del consumo de ciertas producciones audiovisuales se desprenden altos niveles de excitación que acaban en nerviosismo, llantos, falta de control y otros comportamientos que derivan en pésimas conductas para los niños. Y es que, para esta consultora, todo está minuciosamente estudiado para satisfacer nuestra hambre de dopamina. “El algoritmo que hay detrás de cualquier red social está pensado para retenerte; se basa en los estudios de Skinner de conductismo, donde te doy una recompensa que además es aleatoria y que no sabes cuándo va a llegar”, relata la experta.
Respecto a ello, la responsable de Marinva, cree que los niños crecen tan rápido debido al ritmo de vida que llevamos. “Parece que vivimos tan acelerados que queremos hacer que los niños sean mayores antes, como si la infancia fuera un sarampión, que debería pasar rápido”, denuncia la pedagoga, a la vez que lamenta que todos los estudios digan que “el juego se abandona cada vez a edades más tempranas”. En este sentido, “si un niño vive su infancia a tope, podríamos decir que será un mejor adolescente y si ese adolescente vive su adolescencia como tal, será un adulto más maduro”, sentencia Imma Marín, mientras añade que “debemos dejar que cada tiempo se pueda cumplir de la mejor manera y que los niños sean niños el máximo tiempo posible”.
Así que siguiendo esta máxima, tengamos precaución y usemos la palabra y los argumentos adecuados para alejar de las pantallas a los más pequeños. Solo así estarán más a salvo de las amenazas que les aguardan en Internet.